Claudio Fuentes - Ciper
29 / 10 / 2020
Pensando en el proceso constituyente el artículo examina la votación de este domingo. Nunca habían votado tantos y tantas, pese a lo cual la participación electoral sólo se elevó 2 puntos porcentuales respecto de la última presidencial. Las comunas más grandes aumentaron su participación, pero en las pequeñas menos gente lo hizo; particularmente llamativa es la pronunciada caída en las comunas con mayores tasas de población indígena. Estos elementos plantean un desafío clave: cómo involucrar en el debate constitucional al casi 50 por ciento que no participó pero que deberá hacerlo en el plebiscito de salida.
Fotografía de portada: Eric Allende / Migrar Photo
Las cifras de participación electoral en el plebiscito serán objeto múltiples cruces y análisis en el futuro. En este artículo entrego algunos datos descriptivos que, pienso, dan algunas pistas útiles para el proceso constituyente que se avecina.
LEGITIMIDAD
Aunque este proceso se iba a activar independiente de si concurría un 20, 50 o 90% del electorado, sabemos que su legitimidad está dada por una concurrencia masiva de la ciudadanía votar y que la preferencia del Apruebo fuese respaldada de modo contundente. El pasado domingo pudimos constatar que se superó el umbral psicológico del 50%+1 de la ciudadanía habilitada para votar y se obtuvo un resultado particularmente contundente tanto respecto del Apruebo (78%) como en relación con la Convención Constitucional (79%).
LA BARRERA DE LOS 7 MILLONES SIGUE AHÍ
Cuando analizamos la participación electoral a nivel de elecciones presidenciales, observamos una notable persistencia del universo electoral que concurre a votar y que hasta el año 2009 fue de poco más de 7 millones de electores(as) (ver cuadro 1).
Esto puede explicarse por el sistema de inscripción voluntaria y voto obligatorio que desincentivaba a que nuevos electores se inscribieran para votar. Además, las fuerzas políticas hicieron pocos esfuerzos por motivar la participación o interesar a nuevos votantes: parecía más cómodo trabajar en un universo conocido. Por otra parte, quienes concurrían a votar lo hacían porque estaban marcados sociológicamente por el plebiscito de 1988 estableciendo un habitus electoral (Contreras y Navia 2013).
En 2013 se estableció la inscripción automática y el voto voluntario. La participación electoral en relación con quienes tenían más de 18 años cayó significativamente ese año —muy probablemente por la certeza que existía de la elección de la presidenta Michelle Bachelet en aquella competencia— y llegó al 49% en la última elección de 2017. En las elecciones municipales las cifras fueron ostensiblemente más bajas.
Esta caída diacrónica en la participación electoral y que pasaría de 87 a 49% afectó principalmente a las generaciones más jóvenes que mayoritariamente no asistían a votar. El hecho que la mitad de los ciudadanos y ciudadanas no participaran de los procesos electorales hizo creer a los gobernantes que obtenían altos porcentajes de apoyo electoral en virtud de quienes concurría a votar (62% Bachelet y 54,6% Piñera), pero que en realidad representaban pírricas cifras en relación con el universo electoral (25% Bachelet y 26% Piñera).