Modesto Gayo: clase media y política

COMPARTIR

13 / 10 / 2021

Académico de la Escuela de Sociología e investigador del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (ICSO), es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Santiago de Compostela, y Magíster en Estadística y Análisis de Encuesta de la University of Manchester, Inglaterra.

Sus líneas de investigación están enfocadas en el comportamiento político de las clases medias y también en las prácticas culturales. Ha sido publicado y reconocido en revistas internacionales, y ha publicado en solitario o en co-autoría varios libros en editoriales nacionales e internacionales.

Clase media: ¿Cuál es su motivación para investigar este estrato social tanto en Chile como en España?

En principio, hay un contexto histórico general, que en mi caso es el haberme formado en una sociedad, la española, que vivió una profunda transformación de su estructura social desde los años 50 en adelante, en lo que se conoció como el tardofranquismo, o el último tercio de la dictadura, y de ahí en adelante no hizo más que potenciarse, al menos hasta los años 90. Similar en su naturaleza y con un poco de retraso con respecto a países de Europa occidental, España pasó de forma acelerada de ser un país en gran medida rural o de pequeños pueblos a uno que tomó como bandera de la modernización la urbanización y el modelo del “urbanita”, es decir, del hombre o mujer educado con un trabajo no manual. En otras palabras, la clase media apareció rápida y masivamente como un molde de vida, un tanto idealizado. Una segunda razón está íntimamente relacionada con lo que acabo de exponer, puesto que el “clasemedianismo”, o un imaginario de sociedad de clase media y de pertenencia a la misma, se convirtió en un objeto de estudio preferente de las ciencias sociales, y desde luego una materia imprescindible para entender el mundo contemporáneo para politólogos y sobre todo sociólogos. Yo fui uno más que se subió al carro de las nuevas corrientes intelectuales que trataban de ofrecer teorías y conceptos para la comprensión de su época

¿Tiene proyectado continuar esta línea de estudio?

Sin duda que así lo haré y, de hecho, ya está sucediendo. No obstante, estudiar las clases medias no puede hacerse del mismo modo hoy que en los años 90. Los objetos sociales se transforman como sucede con la sociedad misma, y sobre todo vamos madurando nuestras reflexiones y las nociones que proponemos para comprender el mundo. Asimismo, las temporalidades de la presencia y desarrollo de las clases medias en España y Chile son diferentes, un tanto dislocadas. La española tiene un tamaño y nivel de riqueza, un soporte del Estado, bastante superior a la chilena y diría que se desarrolló antes y penetra más el tejido social. La chilena es más frágil, está todavía en desarrollo y creo que mira el futuro de manera muy diversa, según sus múltiples estratos, en una sociedad más desigual. Sea como fuere, la reflexión global sobre la clase media ha ido variando hacia un mayor pesimismo y son fuertes las líneas de investigación que no sólo destacan su heterogeneidad interna, como era tradicional desde los años 60 y 70 en adelante, sino su franca división en grupos claramente irreconciliables, lo que se podría sintetizar en una separación entre una clase media alta acomodada, en términos chilenos claramente abc1 o “barrioaltina”, y una gran clase media económica y socialmente estancada, e incluso con riesgo de descenso a clases sociales inferiores si las circunstancias resultan adversas. Dentro de esta división, mi investigación se ha dirigido al estudio de la fracción más elevada de la clase media, compuesta principalmente por directivos y profesionales, también como una entrada hacia los estudios sobre las elites, dentro de las cuales constituyen una parte crucial, siendo por ello una muy buena vía de entrada para entender su formación y reclutamiento.

¿Cuáles fueron sus principales hallazgos del recientemente publicado informe “Clases medias y cohesión social en tiempos de crisis en Chile”? en el que usted participó como investigador asociado junto a investigadores del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social y la cooperación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe?

Para Chile, esto último lo tratamos en un informe que ha salido recientemente como estudio de la CEPAL, titulado Clases medias en tiempos de crisis, y del que yo soy autor junto con colegas de la U de Chile[1], la PUC[2] y la USACH[3], donde se hace ostensible el difícil escenario que planteó el contexto producto de la pandemia del Covid-19.

Ad portas de una nueva elección presidencial y a la luz de sus investigaciones, ¿qué insumos deberían tener presentes los candidatos y candidata?

No es siempre sencillo traducir un léxico académico en recomendaciones de política pública, sobre todo si has trabajado, como es mi caso, por largo tiempo dentro de una tradición crítica, siempre con una fuerte inspiración democratizante. No obstante, en mi trabajo está presente un compromiso público y una voluntad de que el trabajo en ciencias sociales circule desde la academia hacia espacios ciudadanos, entre ellos la política, como comentaré a partir de un caso más abajo. En esta lógica y sin tratar de ser exhaustivo, hablaría de los siguientes temas. En primer lugar, mencionaría el tema de la desigualdad, el que ha cobrado más notoriedad en los últimos años, pero que había sido abandonado en favor de un discurso centrado en el fenómeno de la individualización, o simplemente del sujeto que podríamos decir inmerso y absorto en la conciencia y el vocabulario del mercado. A ello hay que responder con una expresa respuesta a la nociva y civilizatoriamente barbárica concentración de las oportunidades. Asimismo, necesitamos evitar un lenguaje excluyente de los conocimientos y narrativas de la clase obrera o sectores populares, que otorgue con ello pleno sentido a las vidas que en gran medida hacen posible la sociedad que tenemos y somos, haciendo todo el esfuerzo posible por evitar significarlas como algo a ser superado. Además, es fundamental poner en verdadero valor las prácticas culturales y los ritos simbólicos con contenido genuino referidos al reconocimiento de comunidades (étnicas en un sentido positivo y amplio, LGBTI, adulto mayor, entre muchas otras, dado que se trata de un proceso de creación abierto), y también de individuos, pues vivimos en una cultura fuertemente individualista, y podemos recuperar de ello su parte más favorable, la atención y aprecio de uno mismo, de la singularidad y su aporte subjetivo y para lo social en su conjunto. En cuarto lugar, es imprescindible tener un ojo muy fino dedicado al cultivo y la construcción institucional como forma de conservar y crear un escenario que los sujetos son incapaces de formar por sí mismos. Mi libro Clase y cultura. Reproducción social, desigualdad y cambio en Chile dedica un capítulo a este tema. Y, finalmente, basándome en el libro que presentamos recientemente El nuevo régimen de las prácticas culturales, parece necesario seguir pensando, ahora quizás soñando, con crear espacios que preserven la lógica de la experiencia de un mundo sin las nuevas tecnologías de la comunicación, muchas veces lamentablemente exigidas e impuestas también por los poderes públicos, y mucho peor por los privados. Esto con el objetivo de construir sociedades para todos y no sólo con el ideal del “ciudadano-geek” o de una eficiencia que lo es para unos y va contra la vida de los demás, subordinando de forma definitiva a las personas de mayor edad, pero igualmente a muchas que no comparten el paradigma de la despersonalización o el hazlo por ti mismo. Si no queremos una sociedad que nos diseñe como a objetos, es decir, para la obsolescencia programada de las personas, se debe responder de forma urgente al drama callado de los excluidos por no compartir la epistemología de la web.

Acaba de publicar el libro Clase y política en España I: Estructura social y clase media en la democracia postransicional (Editorial Siglo XXI). ¿Qué busca exponer en este trabajo?

El objetivo de este estudio es contar la historia de la democracia española desde los ciudadanos, y no desde el poder, sean las elites o las instituciones las que lo representen. Se conecta con una larga tradición de estudios que abordaron el análisis de la sociedad desde la noción de clase, y le dieron un gran protagonismo a la clase media dado el proceso histórico de crecimiento económico y transformación modernizadora, comentada previamente. Además, es parte de un proyecto bastante más amplio que intenta buscar nuevos públicos y lectores, en texto en los cuales haya una convivencia de los mismos con los propios de la sociología y la ciencia política más especializados. Ello significa que hay un propósito de alcanzar esferas como el lector interesado en temas de sociedad e historia, los que tengan orientación a la política e incluso el mundo del activismo. Para darle un mayor contexto a esta investigación y sus objetivos, y también sus hallazgos, conviene entender que hay aquí una propuesta que pasa por la combinación de un nivel que se podría denominar de etnografía política, por un lado, y un muy extenso y detenido trabajo académico, con gran dedicación a la lectura y el análisis de abundantes datos, por otro. Esto se concreta con mucha claridad en el fuerte trabajo que en los últimos dos años vengo desarrollando junto al político e intelectual español Alberto Garzón, actualmente ministro del Gobierno de España. Su capacidad intelectual y excelente conocimiento del terreno o de la política práctica a partir sobre todo de su desempeño como diputado por una década y líder de una parte muy considerable de la izquierda española, siendo el Coordinador Nacional de Izquierda Unida, más mi empuje y oficio académico, nos está permitiendo avanzar hacia el segundo volumen del libro mencionado, Clase y política en España II, que será publicado también por la editorial Siglo XXI.

¿Cómo impacta y/o contribuye su mirada internacional a la visión local de los sucesos que estudia y viceversa?

Muy simplemente respondería que de forma radical, sobre todo cuando se habla sobre lo específico de los casos, los que normalmente tienen bastante en común. No obstante, una persona como yo que ha consumido un considerable tiempo estudiando casos como el de España, Reino Unido, Australia, Uruguay, Argentina, y con atención en ocasiones a un nivel comparado, ineludiblemente ve Chile como un caso más, del mismo modo que me sucede con los otros países. A pesar de ello, en términos generales esta experiencia internacional es fundamentalmente latente, o vivida a nivel personal, puesto que en cada sitio suelo hablar adaptándome a los diferentes públicos. Finalmente, uno es en gran medida como el medio te construye. Es decir, soy tan chileno como puedo para los chilenos; tan español como me puedo permitir con mis compatriotas; un poco anglosajón cuando soy convocado; y no puedo más que reconocerlo, pues es la manera en que se me han dado las oportunidades y ha sido interpretado mi trabajo.

En estos años de estudio sobre la clase media, ¿cuál podría decir que son sus principales conclusiones y cuál es el futuro/desafíos de este tipo de investigaciones?

Este es un gran tema que yo voy a sintetizar de forma casi telegráfica. Lo más importante hoy es tener nuevas hipótesis. Al contrario de lo que sucedía años atrás, contamos en el presente con mucha información sobre algunos temas (voto, participación, preferencias u opiniones) y lo que se necesita son nuevas ideas para hablarle al mundo de hoy, pues en gran medida ya no estamos batiéndonos en las batallas del siglo pasado. No me cabe duda de que hay continuidad, pero también cambios y es a estos a los que me refiero. Ellos deben ser construidos apropiadamente para ofrecer relatos críticos de nuestra actualidad, con el propósito de interactuar con ella. En segundo lugar, se debe avanzar hacia el cruce de áreas disciplinarias y metodologías, la conocida interdisciplinariedad, aunque parezca parte de un repertorio manido. En todo caso, no para confudir aproximaciones disciplinares, o decir que todos los saberes deben mezclarse, sino para permitir la evolución de saberes disciplinarmente ortodoxos, esto es, diferenciados, respetados, auténticos en su aportación, lógicos y, quizás falta decir, abiertos, una ortodoxia híbrida, hija de su momento histórico, de la creatividad de los nuevos talentos y el oficio de la creatividad científica que mira al pasado, reconociéndolo, y al futuro, intentando ganarlo. Llevado al tema de la clase media, basta mencionar la necesidad de intensificar su estudio relativo a la política incorporando nociones como interseccionalidad, género, juventud, etnia, globalización o transnacionalidad, en lo que evidentemente ya se ha venido avanzando. Para cerrar, lo que no puede ser más que una modalidad del abrir, se necesita una profundización en los casos, y más sin lo entendemos desde la tan repetida epistemología del Sur. Pensar no sólo en el valor de uso (su utilidad), sino en el valor de cambio (su precio en el mercado global), es imprescindible para proporcionar una herramienta estratégica al vasto trabajo intelectual realizado por décadas y enfrentar un mundo donde los problemas transversales requieren voces que ayuden a construir respuestas democráticas. Poder poner argumentos, relatos y léxico en tan gran desafío debe ser el objetivo de las y los investigadores, y el tema de la clase media es un buen ejemplo por la relevancia que dicha noción ha alcanzado a nivel comparado.

[1] Emmanuelle Barozet de la Facultad de Ciencias Sociales y Dante contreras de la Facultad de Economía y Negocios.

[2] María Luisa Méndez del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos.

[3] Vicente Espinoza del centro IDEA.