Invisibilizada por el Coronavirus, una amenaza global crece en Medio Oriente

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06 / 07 / 2020

La pandemia ha copado por meses los titulares de nuestro país y el mundo, y con justa razón, después de todo es un hecho global con muy pocos precedentes. Pero en paralelo están sucediendo cosas que no podemos descuidar: una de ellas, que ocurre en Medio Oriente, también tendrá repercusiones que serán globales.

La pandemia ha golpeado fuerte a Siria, que atraviesa una prolongada guerra y grave crisis económica, alimentada por las sanciones que la administración de Donald Trump ha impuesto al régimen de Al Assad. Aproximadamente el 80% de la población siria está bajo el umbral de la pobreza. La inestabilidad y debilidad del régimen la están aprovechando Rusia y Turquía. Una franja norte del país se está transformando de facto en provincia turca, con control militar y económico turco. Las consecuencias políticas de este proceso pueden ser enormes: primero, porque la posición turca y rusa se fortalecen en Medio Oriente, cambiando los equilibrios estratégicos. Segundo, porque Europa evitará mayor número de refugiados sirios, para eso el rol turco es clave. Tercero, porque los precios del gas natural y del crudo dependen de equilibrios precarios, por lo tanto, todos los actores clave del conflicto querrán estabilizar la situación, independiente del daño humanitario.

El segundo acontecimiento en Medio Oriente que no debemos descuidar es lo que está sucediendo en Israel con el plan de anexión de Cisjordania que impulsa Primer Ministro Benjamín Netanyahu. Para comprender el plan de Netanyahu debemos remontarnos en la historia del conflicto con los palestinos. En 1947 las Naciones Unidas aprobó el plan de partición de Palestina que implicaba la salomónica repartición del territorio disputados entre judíos y palestinos. El plan fue un fracaso y en 1948 hubo una guerra entre los países árabes que no aprobaban el plan de partición con Israel. El resultado fue que no se creó el Estado Palestino, Israel ganó una franja de territorio mayor a la del Plan de Partición y unos 800 mil palestinos fueron expulsados de Israel (la Nakba o desastre palestino).

En 1967, con la Guerra de los Seis Días, Israel avanzó sobre territorio sirio, egipcio y palestino. Comenzó la ocupación de los Altos del Golán sirios, el Sinaí Egipcio y sobre Gaza y Cisjordania palestinas. El Sinaí fue devuelto a Egipto en los procesos de paz de los años 70 con ese país. Pero los Altos del Golán y los territorios palestinos quedaron incorporados militarmente a la soberanía israelí. A comienzos de los años 1990 se iniciaron los procesos de paz en Oslo (donde se iniciaron las conversaciones) cuyo acuerdo marco se firmó en Washington con el auspicio del presidente Clinton. Estos acuerdos implicaron el reconocimiento mutuo de las partes, la creación de una Autoridad Nacional Palestina (que sería el antecedente del Estado Palestino) y la creación de zonas de administración sobre los territorios palestinos. Se crearon las zonas de control total de la Autoridad Palestina (Zona A); zonas bajo autoridad civil palestina y control militar israelí (zonas B); las zonas de autoridad civil y militar israelí (zonas C). Esa situación sobre el terreno alimentó la posibilidad de construcción de infraestructura israelí en territorios palestino, carreteras y condominios para israelíes en territorio palestino que se fueron haciendo cada vez más habituales.

En 2005, Israel se retiró de la Franja de Gaza y al año siguiente, el movimiento de resistencia Hamas ganó las elecciones para asumir la autoridad sobre este territorio. Esta situación creó una dualidad de poderes en Palestina: en Cisjordania la Autoridad Nacional Palestina quedó bajo el gobierno de la Organización de Liberación Palestina de Yasser Arafat, mientras en Gaza el gobierno quedó bajo control de Hamas. Ninguna de las dos partes reconocía la legitimidad de la otra. Además, la situación estratégica era perjudicial para un futuro Estado Palestino: eran dos territorios desconectados. Desde esos años la construcción de asentamientos israelíes en Cisjordania se intensificó, la razón de preferir Cisjordania es estratégica: acceso a recursos hídricos y el valor histórico-religioso de importantes zonas de Cisjordania.

Lo que se comienza a discutir en el parlamento israelí (Knesset) en estos días es el plan del Primer Ministro de incorporar a la soberanía israelí al menos una porción de Cisjordania donde la población israelí es relevante y donde los recursos hídricos son significativos. Lo que busca Netanyahu es congraciarse con los sectores más duros del electorado israelí, la derecha religiosa. Pero tiene dificultades, porque los demócratas en EE. UU. no avalan su plan, tampoco la Unión Europea, sus aliados en el Medio Oriente no quieren desestabilizar la región y el sector de la seguridad israelí no está de acuerdo con la anexión por motivos estratégicos. La ventana de tiempo para desarrollar este plan es breve, básicamente depende de si Trump (su único aliado incondicional) es reelecto, de lo contrario tiene hasta fin de año.

La pandemia de COVID, la Guerra en Siria, la Guerra en Yemen, la inestabilidad en Libia y tantos otros hechos que aportan inestabilidad al Medio Oriente quedarán en segundo plano de concretarse el plan de Netanyahu. La amenaza de estallidos de violencia es real y dejará a la Pandemia en segundo plano. Como vemos, el COVID-19 no es la única amenaza global a la que debemos estar atentos.

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