Armando el mejor gabinete

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12 / 01 / 2018

Al formar un gabinete que mezcle rostros nuevos con experimentados políticos y técnicos que ocupan actualmente cargos en el Parlamento o en alcaldías, Piñera estará construyendo un equipo completo, sin dejarse atar por demandas insensatas que buscan imponer el dogma de prohibir que un alcalde o un parlamentario renuncie a su cargo para sumarse al gobierno.

Ahora que comienza la cuenta regresiva para que Sebastián Piñera anuncie a su gabinete, el Presidente electo debería aprovechar las enormes fortalezas que ofrece tener un experimentado contingente de senadores, diputados, alcaldes, consejeros regionales y concejales. Para cumplir su objetivo de formar un equipo de gobierno que mezcle caras nuevas con experiencia, Piñera debería sacar partido del capital político de personas con experiencia en labores ejecutivas y legislativas, y así fortalecer su gabinete. Armar el mejor equipo ministerial posible requiere no cerrarse a la opción de reclutar algunos legisladores y alcaldes en ejercicio.

Cada nuevo Presidente busca armar un equipo que refleje su visión de país y sea conducente a avanzar sus objetivos de gobierno. En su primera administración, Piñera armó un gabinete inicial demasiado cargado hacia la tecnocracia. La falta de un adecuado contrapeso político rápidamente le pasó la cuenta a La Moneda. Los movimientos sociales y las marchas contra el gobierno se desataron y, para fines de 2011, Piñera se había convertido en el Presidente más impopular desde el retorno de la democracia. Él supo corregir el rumbo y, después de sumar a experimentados políticos al gabinete —echando mano a senadores que tenían vasta experiencia legislativa y en política partidista—, su gobierno se estabilizó y eventualmente la aprobación presidencial comenzó a mejorar.

Ahora que se prepara para iniciar su segundo mandato, Piñera ha dado algunas señales de haber aprendido la lección y ha declarado que buscará mezclar caras nuevas con rostros más experimentados.  Si lo hace, probablemente su segunda administración tendrá mejores herramientas para superar los difíciles momentos que enfrentará, especialmente dado el interés de los sectores más izquierdistas de la oposición por reactivar los movimientos sociales y las protestas contra el gobierno de la derecha, para reproducir el ambiente de marchas y conflictividad que dominó casi toda la primera gestión piñerista.

Reclutar caras nuevas siempre es un desafío complejo y una apuesta arriesgada. No es fácil encontrar personas con capacidades tecnocráticas, experiencia y olfato político, además del suficiente carisma para convertirse rápidamente en nombres conocidos por una población que presta cada vez menos atención a los procesos políticos. Varias de las caras nuevas que se sumen al gabinete terminarán inevitablemente convirtiéndose en pasivos para el gobierno, y otras simplemente caerán en la irrelevancia. Pero basta con que haya dos o tres que logren posicionarse como líderes exitosos ante la opinión pública para que la apuesta de nombres nuevos funcione.

Por su parte, reclutar políticos experimentados presenta desafíos distintos. Ya que la derecha ha estado en la oposición por 24 de los últimos 28 años, la mayoría de los políticos derechistas más experimentados y con mejores capacidades han hecho carrera en el Congreso o en gobiernos locales.  De hecho, varios que trabajaron en el gobierno de Piñera se presentaron de candidatos en las elecciones parlamentarias de 2013. Después de la derrota de ese año, algunos otros fueron de candidatos en las municipales de 2016. De ahí que tiene todo el sentido del mundo que, si quiere sumar políticos con experiencia y trayectoria a su elenco ministerial, Piñera recurra a algunos alcaldes y parlamentarios en ejercicio.

Durante sus exitosos 20 años de gobierno, la Concertación generó un potente cuerpo de experimentados políticos y hábiles técnicos que ocuparon cargos de importancia en las cuatro administraciones que se sucedieron entre 1990 y 2010. No deja de sorprender que recién en 2006, cuando Michelle Bachelet llegó al poder por primera vez, se impusiera en el sector la lógica de las caras nuevas. La propia Bachelet equivocó el camino al sugerir que aspiraba a que nadie se repitiera el plato en su gobierno. Aunque después corrigió parcialmente ese error y nombró políticos experimentados en cargos ministeriales, mantuvo la tesis de que la renovación es mejor que la experiencia, si bien luego pareció olvidar ese principio cuando ella misma se presentó como candidata en 2013. Esa obstinación por querer desechar la experiencia resultó costosa para la centroizquierda. Los dos períodos de Bachelet han terminado con sendas derrotas electorales para el sector.

El Presidente Piñera no debería cometer el mismo error. Si bien es esencial que su gabinete tenga rostros nuevos que promuevan la idea de recambio y renovación, su gobierno no debiera prescindir de la experiencia. Al formar un gabinete que mezcle rostros nuevos con experimentados políticos y técnicos que ocupan actualmente cargos en el Parlamento o en alcaldías, Piñera estará construyendo un equipo completo, sin dejarse atar por demandas insensatas que buscan imponer el dogma de prohibir que un alcalde o un parlamentario renuncie a su cargo para sumarse al gabinete.

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