Aníbal Pérez - La Segunda
23 / 11 / 2020
El académico de la UDP dice que el gremialismo se debatirá entre articularse con los grupos más duros de la derecha o “pensar más allá de sus principios”. Por a dura derrota del «Rechazo» en el plebiscito; la salida de un militante histórico como Víctor Pérez del Ministerio del Interior; la incierta disputa interna para elegir nueva directiva (entre la diputada María José Hoffmann y el exsenador Pablo Longueira) y un contexto político donde la demanda por más derechos sociales está a la orden del día, parecen poner a la UDI ante una encrucijada compleja. El doctor en Historia Aníbal Pérez, académico de la U.
Diego Portales, quien ha estudiado el trabajo del gremialismo en el mundo municipal (en especial en zonas emblemáticas como Viña del Mar y Concepción), apunta a que este escenario se torna particularmente difícil ya que es poco probable que el partido salga, así como así, de su marco ideológico.
Porque lo que está en juego, agrega, es el propio proyecto que la UDI levantó en los años de la transición. —La presidenta de la UDI señaló hace unos días que “creemos representar a ese 21% que votó Rechazo”, pero ¿ se pueden conformar con representar a ese electorado? —Ese voto está dividido entre la UDI y el partido de Kast. A todas luces fue una derrota contundente de su opción. El escenario desbordó lo presupuestado, dejando a la UDI muy aislada políticamente. De hecho, su núcleo duro, basado en el “chicago-gremialismo”, ha sido sobrepasado por las demandas ciudadanas que implican amplitud de derechos sociales, lo que golpea su visión de mundo.
Pareciera ser que el momento histórico los está empujando hacia la extrema derecha de Kast. —Teniendo en cuenta la derrota en el plebiscito, ¿cuál es el espacio de futuro de la UDI? —En términos gruesos, el espacio natural para ese partido es la defensa de las reformas estructurales de la dictadura, entendidos por ellos mismos bajo el concepto de “modernizaciones”. En este sentido, tendrá probablemente dos caminos: o se articula con el grupo más duro de su sector (Republicanos) a riesgo de diluir suidentidad posdictatorial, o se abre a un espacio de Pensar más allá de sus principios ideológicos. ¿ Puede la UDI tener un proyecto más allá del neoliberalismo? Esa pareciera ser la disyuntiva y viendo la experiencia histórica, para la UDI salir de su encuadre ideológico es muy difícil. —Estudiando el caso de la alcaldesa Virginia Reginato en Viña del Mar, señalas que la UDI “logró romper el clasismo histórico de la derecha llegando a los sectores históricamente marginados, más no ha logrado potenciar una adhesión ideológica electoral propia” para el caso de las presidenciales.
Pensando en las próximas elecciones, ¿el partido puede articular un apoyo más sólido fuera de las elites? —Durante la década del 60′ la derecha sufrió un proceso de crisis y refundación desde tradicional (liberal-conservador). Ese fue el desafío electoral más difícil, pues bajo un proceso de modernización política del país, requerían aumentar su movilización electoral para llegar al menos al tercio histórico. El Partido Nacional, hegemonizado por los nacionalistas, avanzó en incorporar discursivamente a los sectores medios que se movilizaron mayoritariamente contra la UP. Sin embargo, el mundo popular siguió siendo mucho más cercano al centro y a la izquierda. El aporte de la UDI para la derecha fue penetrar en diversos ritmos y niveles, franjas del mundo popular, principalmente a través de los municipios.
El problema es que, dada su cultura política, ese voto es muy personalizado en la figura alcaldicia y por tanto se produce el fenómeno de voto cruzado, desgranándose su densidad electoral cuando se trata de traspasar ese voto a otros candidatos.
Ahora, el escenario político actual es más propenso a una figura alejada de las elites, con un “historial limpio”, pues la crisis de legitimidad de los partidos es contundente y el sentimiento anti-elite, radical. —Has dicho que esa penetración de la UDI en el mundo popular fue “en clave «cosista» y pensada como apolítica”. Pero, ¿ en el contexto de hoy es posible sustentar un proyecto a partir de esas bases? —Eso se produjo en un momento histórico transicional, donde la política nacional estaba marcada por los consensos y por tanto la disputa programática de la política se tendió a silenciar. Esto colindaba bien con el “lavinismo” y la “alcaldización” que plantea Verónica Valdivia, como procesos que mostraban la consolidación del modelo municipal heredado de la dictadura. En esta, los vínculos construidos entre los alcaldes y sus mediadores políticos se entendían como “apolíticos” y personalizados, es decir todos como “buenas personas” que hacían expedita la solución de demandas muy atomizadas. Por cierto que eran políticos, pero representaban una nueva forma de hacer el “trabajo político”. Eso para el nivel local funcionó y sigue funcionando. Sin embargo, el ejercicio fáctico de lobby empresarial vía parlamento y solución de demandas atomizadas para los sectores popuLares vía municipios tiene su límite. Hoy, desde abajo se reclama por una nueva política en clave de derecho social, lo que implica que los empresarios cambien su noción de la política de impuestos.
Por tanto, un futuro candidato presidencial deberá tener un programa de desarrollo que aborde entre otras cosas estas problemáticas. —¿ Cómo crees que quedó el liderazgo de Jacqueline van Rysselberghe tras el plebiscito? —Para su sector no lo veo tan crítico, puesto que representó lo que piensa ella y su núcleo: mayoritario, hegemónico e histórico de su partido. —Te lo pregunto, porque en uno de tus trabajos has señalado que la carrera de Van Rysselberghe en la UDI ha sido atípica. Según tu tesis, ella construyó su liderazgo fuera de las redes de poder santiaguinas, combinando gestión, clientelismo y trabajo de base en el territorio.
Uno podría pensar que su imagen es óptima para este momento donde campea la desconfianza hacia las elites. —En términos generales, a lo que me refiero es que ella históricamente no era originaria de los “coroneles”, sino más bien, fue una política que hizo una carrera en Concepción. Es parte de la elite penquista, pero no santiaguina. Se inició como dirigente estudiantil, luego concejal, más tarde alcaldesa, intendenta y senadora. Siguió toda una carrera política ascendente. Con un liderazgo fuerte y neoconservador, menos conciliador que Lavín, disputó palmo a palmo con la Concertación en sus tiempos de alcaldesa. En el devenir de su carrera se fue acercando al núcleo duro del gremialismo y hoy ya es parte de ellos. Por lo tanto, hoy, pienso, la gente la ve como parte de la elite, aunque en sus inicios no lo era.
“La estrategia de Lavín ha sido sobrepasar a la UDI” —El exalcalde y hoy ministro del Interior, Rodrigo Delgado, ¿representa ese trabajo municipal de la UDI o es más bien una renovación? —Mi tesis es que los alcaldes en Chile construyen redes para la movilización electoral a partir de mediaciones personalizadas. Rodrigo Delgado no creo que sea la excepción, de hecho, inició su carrera municipal siendo director de la Dideco de Estación Central, departamento clave en la construcción de redes electorales. En otras palabras, conoce bien las reglas “informales” de la política. En cuanto a la UDI, pienso que hay que separar el análisis. Delgado puede representar un “rostro fresco” en el gremialismo, es más conciliador; votó «Apruebo»; lideró el plebiscito comunal en plena revuelta popular, pero otra cosa es que el partido viva un proceso de renovación. Esto último es un fenómeno histórico que implica pugna de ideas, reestructuración de las redes de poder y construcción hegemónica de nuevas costumbres políticas internas. Todo ello, no puede ser un proceso coyuntural.
Históricamente los hitos Impulsan a los actores, pero la reestructuración de sus comunidades tiene su propia temporalidad. —¿ Y cómo queda Lavín en todo esto? Uno supone que el 21% que hoy pretende representar la UDI está alejado de las posturas que ha defendido el alcalde de Las Condes desde el 18-0. —Efectivamente la estrategia de Lavín ha sido sobrepasar a la UDI, pues al parecer él y sus asesores han leído la crisis actual en una clave distinta a la del partido.
Mientras el grueso de la dirigencia la ve como producto de “la trampa de los países de ingreso medio”, Lavín apostó su capital político a salir del marco ideológico del cual fue un “intelectual orgánico”. Por eso recurrió al concepto de “social-demócrata”, pues está leyendo la crisis y las demandas por mayores derechos sociales. El límite de su estrategia discursiva es el debilitamiento de su propio sector.
Es como tratar de tomar una liana sin soltar la otra. —El que también irrumpiera Pablo Longueira a favor del «Apruebo», ¿no representa también una especie de pérdida de disciplina ideológica, pongámosle así, al interior del gremialismo? —No necesariamente, pues Longueira está más fuera que dentro de la política. Además, el capital simbólico de su liderazgo dentro del gremialismo es importante, tanto como para no desafiarlo públicamente, así como él mismo no jugó a movilizar electores como en una campaña tradicional.
Pienso que hubo un respeto por los espacios. —¿ Es posible que la UDI emprenda cierta renovación ideológica que le permita estar más acorde a los tiempos? —Todo parece indicar que el momento actual le pone ese desafío. Sin embargo, históricamente fue un partido pensado para defender las reformas estructurales de la dictadura. Además, su cultura política más vertical hace más complejo emprender un proceso de renovación ideológica dura. Ese fenómeno sería algo más expedito en RN, que se pensó como un partido instrumental de diferentes liderazgos históricos de la derecha. Su organización más “de lotes”, con menos ordenamiento, puede ser más apto para ese proceso.
Por el contrario, en la UDI lo veo más complejo. —¿ Por qué las nuevas generaciones de la UDI, pienso en los diputados Hoffmann, Macaya o Bellolio, no han podido tener posiciones más preponderantes al interior del partido? ¿ Qué pasa allí? —Porque en los partidos políticos su campo ideológico es tan importante como su forma de organización. En el caso de la UDI, existen liderazgos consolidados a los cuales es difícil sobrepasar. El proceso no tiene que ver necesariamente con un rango etario. Sin embargo, el problema se presenta cuando esas caras tratan de sobrepasar los liderazgos con propuestas que van más allá de lo ideológicamente aceptado. Ahí se marca el límite, pues para romper ese círculo se necesitaría además de ideas, máquinas y recursos.