Trump Global

COMPARTIR

12 / 10 / 2018

Con las elecciones de Brasil recién concluidas en su primera vuelta, podemos señalar que la victoria parcial del candidato de la extrema derecha Jair Bolsonaro no sorprende. Incluso podríamos decir que estamos viviendo en tiempos en que políticos como Bolsonaro están en alza. El mejor ejemplo de aquello es Donald Trump en Estados Unidos.

Donald Trump es un presidente atípico en un país con una democracia que ha maravillado a muchos. Podríamos decir que es el epitome de la descomposición que quizá se inicia con el escándalo Watergate que expuso el espionaje del presidente Richard Nixon al partido demócrata en 1972, escándalo que terminó con su mandato. Pero hay muchos antecedentes que muestran una cierta descomposición de la democracia en Estados Unidos, entre otros, las leyes Jim Crow, el Macartismo, la guerra contra el terrorismo de Bush, etc. Pero considero que, si bien la democracia estadounidense ha sido imperfecta históricamente, el actual presidente es más una muestra de descomposición histórica de la democracia. Trump es síntoma de algo más global, de una cierta enfermedad global. 

Tomemos algunos ejemplos. En Europa la extrema derecha está en su apogeo, partidos que hace tiempo tienen fuerza electoral, pero que no tenían capacidad de ganar elecciones, ahora están ad-portas de ser gobiernos. En Hungría, Víctor Orban, un verdadero fascista, abiertamente xenófobo, misógino y racista. Su cruzada en contra de los inmigrantes, los buscadores de asilo y los refugiados, es francamente indignante. Orban es un extremista, pero no tan raro. El Frente Popular de Marine Le Pen estuvo a las puertas de ganar el gobierno en Francia con un discurso similar. En Holanda, Italia, Alemania, etc., todos países con un gran pasado democrático y progresista, se vive el inquietante fenómeno del alza de la extrema derecha. Esta derecha populista y neo o post fascista, recoge mucho de la antigua derecha nacionalista aliada de los nazis, por ejemplo, el Frente Nacional francés es heredero del régimen de Vichy del mariscal Pétain, aliado de Hitler. Pero, además esta nueva derecha extrema, mezcla elementos del populismo, como la alocución al un pueblo idealizado, un discurso anti-elite y una crítica a la globalización. Esta nueva derecha post o neo fascista es, además, tremendamente xenófoba y racista, sin embargo, en el actual contexto global es censurable ser abiertamente racista, por lo tanto, han adoptado formas discursivas que los hacen ver que no son racistas, por ejemplo dicen: no tenemos nada en contra de la gente de África, pero no nos gusta que gente con tales o cuales practicas culturales vengan a quitarnos nuestros empleos. Antes la derecha radical era abiertamente antisemita, hoy no es legítimo ser antisemita, pero son abiertamente islamofóbicos. La derecha extrema tradicional, heredera del fascismo, era conservadora católica en muchos casos, como Franco en España, pero en la actualidad, no siempre son declaradamente religiosos, pero tiene un discurso conservador y misógino, abiertamente machista.

A todos estos componentes, se suma un esquema económico neoliberal, esto es paradójico por ese discurso anti-elite, que finalmente refiere a las elites políticas no económicas. El componente neoliberal es paradójico también porque opone el extremo nacionalismo del discurso de esta nueva extrema derecha, con el hecho de que la economía neoliberal es dominada por una elite económica global.

En muchas partes del mundo está pasando esto, por ejemplo, la Turquía de Erdogan mezcla nacionalismo pan-turco anti-kurdo, con conservadurismo moral, políticas neoliberales y un regionalismo agresivo. La Arabia Saudita de Mohámed bin Salmán, que está desarrollando reformas gatopardianas, mezcla militarismo a nivel regional y neoliberalismo pseudo aperturista a nivel internacional. La Rusia de Putin mezcla conservadurismo de la iglesia ortodoxa, el orgullo del pasado imperial zarista y la nostalgia por la grandeza Stalinista, todo eso acompañado con economía neoliberal.

En América Latina tenemos al ya mencionado Bolsonaro en Brasil, y José Antonio Kast en nuestro país. entre otros. Todos ellos tienen un discurso conservador, familiarista, misógino, racista, xenófobo, etc., acompañado de economía neoliberal y un nacionalismo trasnochado.

Donald Trump no es un problema estadounidense, no es síntoma de una enfermedad nacional. Trump es síntoma de una descomposición global, una enfermedad que se disemina como epidemia, esa enfermedad es la extrema derecha. Todas estas manifestaciones de extrema derecha tienen sus grupos de apoyo que no trepidan en utilizar la fuerza física, en Estados Unidos es la Alt-Right que vimos en Charlottesville atropellar a la gente de forma miserable. Incluso en Chile hemos visto a estos grupos que no tienen vergüenza en manifestar su pinochetismo, el apuñalamiento a mujeres en una reciente marcha por el aborto libre en Santiago es una manifestación clara de su barbarie.

Ojo que en el contexto del surgimiento del nazismo muchos pensaron que podían contenerlo y que no era un enemigo de cuidado, hasta que los nazis destruyeron la democracia alemana desde adentro. No dejemos que nos pase lo mismo. Estos grupos utilizan el lenguaje de la democracia para luego destruirla, tal como lo hizo en su momento Hitler. Por ejemplo, señalan que la izquierda es intolerante con sus opiniones, que lo que piensan y dicen debe ser tolerado.

Incluso cuando se trata de cosas abiertamente racistas, misóginas y xenófobas. Recordemos que Bolsonaro le dijo a una parlamentaria que no la violaría porque no se lo merece. La democracia tiene sus límites, no toda opinión es tolerable, toda opinión o doctrina que amenace la convivencia o amenace al sistema en su totalidad no debe ser tolerable. Vivimos tiempos difíciles, pero no debemos permitir que estos grupos, lideres y estos discursos se naturalicen, la democracia misma está en juego.

Leer en El Dínamo