La indignación moral y la influencia social en conductas vengativas

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19 / 12 / 2016

Monica Gerber 014Roberto González, Héctor Carvacho y Mónica Gerber: “Nuestra sociedad ha sido nuevamente golpeada con un hecho de violencia que revela la complejidad de la naturaleza humana…”

Nuestra sociedad ha sido nuevamente golpeada con un hecho de violencia que revela la complejidad de la naturaleza humana. ¿Cómo se explica que cuatro adultos se hayan visto envueltos en la tortura y el asesinato de un menor que supuestamente había violado a una niña de cinco años?

Este tipo se situaciones ha sido abordado ampliamente en estudios de psicología social, que explican los factores individuales y del contexto que gatillan estos eventos.

Este asesinato evidencia cómo una emoción de rabia ante un supuesto hecho delictivo (en este caso, una violación) puede ser exacerbada por medio de la influencia social para terminar en una venganza grupal, física y directa. Pero, ¿por qué ocurre esto? Las personas reaccionan con indignación moral y rabia cuando ellos o un ser querido son víctima de un abuso o de violencia. Estas situaciones reducen las normas que regulan nuestra conducta de forma habitual y pueden llegar a motivar un deseo irracional por vengar lo sucedido. La venganza implica hacer justicia por las propias manos, por medio del sufrimiento del agresor. En estos contextos, se asume que el agresor no merece un debido juicio ni que se evalúe la evidencia de manera racional.

Ahora bien, el deseo de venganza puede tener repercusiones aún mayores cuando se genera en un contexto grupal. En situaciones grupales, las personas nos sentimos fuertemente motivadas a conformarnos a la conducta que sea dominante, a hacer lo que los demás hacen. Esto se conoce como influencia social.

En situaciones de influencia social, las personas tendemos a pensar de manera automática, guiados por la rabia y frustración, con una respuesta fisiológica que nos predispone a actuar rápidamente (alta adrenalina, alta exaltación).

Al actuar de manera rápida ante un problema, 1) pensamos que es la única forma de resolverlo y descartamos otras formas posibles de abordarlo; 2) actuamos sin pensar en las consecuencias; 3) aumentamos la disposición a conformarnos ante la situación y a no resistirnos a lo que otros dictaminan, y 4) esto es especialmente fuerte cuando hay líderes o personas con estilos de personalidad dominantes, cuyo actuar se tiende a legitimar y del cual cuesta mucho disentir. Líderes con características individuales como la impulsividad, la tendencia a la agresividad o tendencias autoritarias, cuando se enfrentan a este tipo de situaciones pueden establecer una norma social que guía la conducta grupal hacia acciones de venganza.

Las emociones negativas y la influencia social hacen que la gran mayoría de las personas seamos susceptibles de caer en situaciones extremas como la observada.

¿Qué podemos hacer entonces para evitarlas? Es menos probable que las personas actúen así cuando al menos hay un disidente en el grupo que pueda poner paños fríos a la situación. Acudir a otros para evaluar lo que está pasando ayuda a desfocalizar la atención de las emociones de rabia o frustración y se generan alternativas de acción. Ante situaciones de este tipo hay que tomar distancia y pensar, conectarse con la situación y juzgar los riesgos asociados a la conducta hostil. Cuestionar la veracidad de la información que gatilla la situación o su fuente son otras medidas posibles. Estos pasos pueden ayudar a evitar hechos de violencia impulsiva y excesiva, permitiendo que se evalúe racionalmente la evidencia existente y se adopten medidas apropiadas.

Roberto González

Héctor Carvacho
P. Universidad Católica de Chile

Mónica Gerber
Universidad Diego Portales

Leer en El Mercurio