72 horas de especulación

COMPARTIR

07 / 05 / 2015

Mauricio Morales, director del Observatorio Político Electoral UDP
Mauricio Morales, director del Observatorio Político Electoral UDP

Aunque los cambios de gabinete se hacen y no se anuncian, la Presidenta Bachelet removió el escenario político. Serán las 72 horas donde todo estará sujeto a la especulación y las negociaciones. Es seguro que saldrá el ministro de Interior, lo que también implicará reequilibrios en el equipo político. Acá se notará la fuerza de los partidos frente a una mandataria que sólo marca un 31% de aprobación, y con atributos que poco a poco se van deteriorando. En menos de diez días, la Presidenta ha dado tres importantes noticias: recepción, análisis y propuestas legislativas para probidad y transparencia, inicio del proceso constituyente, y cambio de gabinete. En diez días ha hecho más anuncios que en diez meses.

Todos los presidentes han ajustado sus equipos. Aylwin lo hizo a finales de septiembre de 1992, sacando- entre otros- a Ricardo Lagos, quien competiría en la primaria presidencial. Frei hizo su primer gran cambio a seis meses de iniciado su mandato, modificando casi la totalidad de su equipo político. Lagos, en tanto, enfrentó el primer gran ajuste en enero de 2002, instancia en que Bachelet pasó de Salud a Defensa, a lo que se sumaron cambios en Segpres, Segegob, Transporte y Mideplan. La propia Bachelet se decidió por un cambio de gabinete el 15 de julio de 2006 y en medio de las protestas estudiantiles, destacando la salida de Andrés Zaldívar en Interior. Finalmente, Piñera optó por hacer cirugía mayor en su gabinete en enero de 2011 y en el contexto de protestas sociales en Magallanes, sacando a los ministros de Energía, Transporte, Trabajo y Defensa.

El cambio más significativo para Bachelet será el de Interior. La salida de Peñailillo- el ministro que fue capaz de sepultar el binominal- implicará un profundo dolor para la Presidenta, pero descomprimirá el ambiente en el gobierno. No cabe duda que Peñailillo pasará a la historia como el “galán rural” que hizo frente a una elite tradicional que no le dio respiro desde que estallara el escándalo de las boletas. Esa elite fue muy dura con él, aplicando una vara totalmente distinta en comparación con otros casos. Esta elite se protege de tal forma que resulta imposible ser parte del juego. Peñailillo fue su nueva víctima, aunque colaboró harto debido a la carencia de un argumento sólido para explicar la situación. Lo particular del caso- eso sí- es que los espolonazos vinieron desde el PS, el partido ideológicamente más cercano al PPD, y su socio natural si se piensa en una alianza de izquierda. Bachelet saldrá con la cabeza de Peñailillo en la mano. Como en todo rito político, habrá un sacrificio público.
Naturalmente, la decisión de Bachelet respecto a los nuevos nombres que integrarán su equipo dará para especular sobre el rumbo refundacional o gradualista del gobierno. Dependiendo de quién tome las banderas de Interior, será más o menos fácil deducir hacia dónde camina su administración. Cuesta encontrar figuras más leales y comprometidas con el programa que Peñailillo, por lo que la Presidenta deberá jugársela por un nuevo rostro, o simplemente ir a la segura y recurrir a la vieja guardia concertacionista. De ser así, el sacrificado no sólo será el ministro, sino que también el programa.

En otras palabras, Bachelet deberá optar entre la retroexcavadora más furibunda y fanática, y la gradualidad, orden y moderación que le ofertan los más añosos, y que supuestamente saben gobernar.

Como era de esperarse, mayo no será un mes tranquilo para el gobierno. La Presidenta pensó que el anuncio del proceso constituyente torcería la agenda desde el acoso ciudadano y periodístico hacia la clase política por el uso de malas prácticas, a un debate de mayor envergadura. No obstante, la realidad le dio un nuevo portazo. Sólo queda esperar que este cambio de gabinete contribuya a tres cuestiones básicas. Primero, terminar con el goteo de información sobre boletas o trabajos no realizados. Segundo, que la agenda del gobierno se concentre en la administración y gestión de los problemas ciudadanos, más que insistir en el espíritu refundacional. Tercero, que ordene a los partidos de la Nueva Mayoría. El tiempo del fuego amigo ya terminó. Las municipales están a la vuelta de la esquina, y por tanto, Bachelet debe retornar a su reducto natural: la gente y la calle.