Dos hipótesis para explicar el holgado triunfo de Piñera

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20 / 12 / 2017

Cristóbal Rovira, académico de la Escuela de Ciencia Política UDP
Cristóbal Rovira, académico de la Escuela de Ciencia Política UDP

“Mientras en la primera vuelta presidencial Piñera conquistó un poco más de 2.400.000 votos, ahora logró movilizar a cerca de 3.800.000 votantes”.

Esta vez las encuestas nos fallaron: Sebastián Piñera ganó la elección presidencial el último domingo. Sin embargo, el resultado trajo consigo una sorpresa, puesto que la victoria de Piñera fue mucho más abultada de lo esperado. Casi todos pensábamos que la diferencia no sería mayor que dos puntos porcentuales, pero el candidato de centro-derecha obtuvo un 54.6% y el de centro-izquierda un 45.4%. Mientras en la primera vuelta presidencial Piñera conquistó un poco más de 2.400.000 votos, ahora logró movilizar a cerca de 3.800.000 votantes. A su vez, la participación electoral subió tres puntos entre la segunda y la primera vuelta presidencial. Si bien un 51% de la población en edad de votar se quedó en sus casas, llama la atención que 300.000 votantes adicionales se hayan sumado a la segunda vuelta.

¿Cómo se puede explicar el aumento de la participación electoral y la capacidad de Piñera para conseguir esta vez mucho más votos que en sus anteriores campañas presidenciales? Al día de hoy no tenemos información suficiente para responder esta pregunta de forma certera, pero por lo pronto es posible formular dos hipótesis.

La primera hipótesis es que la centro-derecha logró movilizar a sus propios electores mediante una estrategia del terror, vale decir, infundió suficiente miedo respecto a los potenciales riesgos de un futuro gobierno de Alejandro Guillier como para sacar de sus casas a todos quienes detestan a la centro-izquierda. De hecho, sectores de derecha acuñaron el concepto de “Chilezuela” para incitar miedo frente al triunfo de una izquierda que supuestamente llevaría el país hacia el modelo bolivariano promocionado por el Chavismo.

La segunda hipótesis es que la centro-derecha fue capaz de conquistar los votos no sólo de importantes sectores de clase media sino que también de quienes se consideran independientes. Esto se explicaría porque en la segunda vuelta Piñera hizo una serie de concesiones programáticas hacia el centro político y aseguró que no busca hacer grandes reformas con un talente conservador ni en términos morales ni económicos. En efecto, se comprometió a buscar la opción de ampliar la política de gratuidad en el sistema de educación terciario que inició el actual gobierno de Bachelet.

Aun cuando hoy en día no sabemos cuál de estas dos hipótesis tiene mayor validez empírica, sí podemos adelantar que cada una de ellas tiene implicancias muy diferentes para el futuro gobierno. En caso de que la primera hipótesis sea cierta, el aumento de votos de Piñera guarda escasa relación con su habilidad para expandir su base de apoyo más allá de quienes se identifican con la derecha. Esto significa que el nuevo gobierno contará con un apoyo ciudadano bastante limitado y más temprano que tarde tendrá niveles de aprobación exiguos. Al fin y al cabo, Piñera obtuvo cerca del 26% del universo de votantes.

Por el contrario, la segunda hipótesis indica que la centro-derecha ha sido capaz de ampliar su tradicional base de apoyo y, por lo tanto, se trata de una oportunidad única para expandir su electorado. De ser esto cierto, mientras el nuevo gobierno mantenga una posición de centro y conecte con las demandas de votantes independientes, podrá armar un proyecto político con proyección de largo plazo. Dicho proyecto debería pasar por una renovación intelectual y programática así como también la formación de nuevos cuadros políticos.

¿Cuál hipótesis es más válida? Para responder esto habrá que analizar los datos con calma. Lo que sí podemos aventurar es que Piñeratiene poco espacio para gobernar hacia la derecha, puesto que esto inevitablemente lo llevaría a tener mínimos niveles de aprobación y terminar entregando la banda presidencial el año 2022 a quienes sus adherentes más acérrimos abominan: la izquierda.

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