Así quieren en Chile al amigo cuando es forastero

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15 / 05 / 2017

Cristian DonaUno de los estudios más completos en el país sobre percepción ante el creciente arribo de peruanos muestra que los chilenos miramos con temor este fenómeno y revela que el perfil que predomina es el antiinmigración. También muestra que la mejor alternativa para bajar las defensas es promover el contacto entre locales y recién llegados.

En Chile viven aproximadamente 411 mil extranjeros y se estima que para 2040 habrá una población inmigrante cercana al 12 por ciento, es decir, similar a la de España, Reino Unido y Francia. Para evitar las tensiones que se dan en Europa o Estados Unidos, es conveniente analizar y abordar el fenómeno ahora.

Actualmente, tres cuartas partes de nuestros migrantes son peruanos, lo que los convierte en lejos la principal comunidad de personas venidas de afuera en el país. Justamente esta característica hizo que en el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) se centrara en ellos para medir la percepción de los chilenos ante este fenómeno en el primer módulo del Estudio Longitudinal Social Chileno (Elsoc).

Esta encuesta es inédita, ya que le preguntará a tres mil personas sobre lo que piensan, sienten y cómo se comportan en una serie de temas, lo que se repetirá una vez al año durante una década para ver cómo cambian o se mantienen sus opiniones. “Son estudios de alta complejidad, muy costosos, pero tremendamente valiosos, ya que podremos ver qué factores gatillan los cambios”, explica el coordinador de Elsoc, el sicólogo social y político y académico de la UC Roberto González.

Las encuestas, que comenzaron a hacerse en agosto de 2016, tocan muchos aspectos, pero los de inmigración son los primeros datos que han trabajado y los van a publicar el próximo jueves. Aquí adelantamos esos números que muestran que el desafío de la integración es enorme y cuáles caminos podrían promoverla.

La amenaza
De acuerdo a la encuesta, un 37 por ciento de los chilenos conoce inmigrantes peruanos y un cuarto dice que tiene amigos de esa comunidad que aunque ha crecido no es masiva. “La magnitud me sorprende positivamente: los chilenos tienen experiencias de contacto con los peruanos, los conocen. Que un cuarto se relacione con ellos es alto”, explica González.

Además, alrededor de un tercio dice que conversa o interactúa con frecuencia con peruanos. De estos, seis de 10 consideran que la experiencia fue “bastante o muy amistosa” y un 17 por ciento dice que ha tenido algún tipo de tensión o conflicto con peruanos que viven en Chile durante los últimos 12 meses.

Pero en la encuesta no todas son buenas noticias. La experiencia histórica demuestra que la llegada de personas de otros países a un lugar muchas veces es percibida como una amenaza por las poblaciones locales. Los investigadores hablan, por un lado, de la existencia de una “amenaza simbólica”, sentimientos negativos ante el temor de que los extranjeros transformen la cultura local y tradiciones. Para indagar al respecto, en el cuestionario los investigadores le pidieron a la gente que dijeran si creían que Chile está perdiendo su identidad ante la migración peruana: el 40 por ciento dijo que sí. También quisieron saber si los encuestados se sentían afectados de manera más concreta por estos nuevos residentes y les preguntaron si la migración peruana se traducía en un aumento del desempleo. El 56 por ciento lo cree.

Cristián Doña, sociólogo del COES y de la UDP, cree que el estudio está entregando resultados más precisos que los que se conocían y acordes con lo que él mismo percibe como especialista en esta área. “En otras encuestas la recepción se había visto más tibia y aparecían como más aceptados. No me sorprende porque si uno lo ve en otras actividades cotidianas hay un sentimiento antiinmigración muy importante”, opina.

Al desglosar las cifras de los dos tipos de amenaza, la simbólica, y la más concreta, o “realista” como la denominan, a Roberto González no le sorprendió que la percepción de temor en los dos casos fuera más alta en los grupos con menores niveles educacionales, que son los que efectivamente podrían estar compitiendo por un empleo con los migrantes peruanos que han llegado. Lo que no esperaba, en cambio, era que un tercio de los encuestados profesionales creyera que los peruanos amenazan su estabilidad laboral, tal como apareció en la encuesta. “Eso me sorprende mucho porque en ese segmento el contacto con los migrantes es a través de sus nanas o de quienes los atienden en restoranes”, explica el sicólogo de la UC.

Busca tu perfil
El COES cruzó los datos de la encuesta y a partir de eso elaboró cuatro perfiles de los chilenos. El primero que apareció es el de los antiinmigración, que se sienten amenazados por este fenómeno y no tienen contacto con los residentes peruanos, segmento que es mayoritario y corresponde al 57 por ciento de los encuestados. Doña explica que sin duda este es el grupo más preocupante. “Son las personas más vulnerables y los más fáciles de convencer de que el otro es el enemigo. Hay que explicarles que los migrantes no lo son ni les están quitando el trabajo”, dice y agrega que de lo contrario son muy susceptibles “a que alguien diga ‘voten por mí que yo voy a evitar que entren al país’, cosa que le hemos escuchado a Sebastián Piñera, Manuel José Ossandón y Alejandro Guillier”.

También está el grupo de personas que se sienten amenazadas por los inmigrantes y que sí han tenido contacto con ellos y reportan malas experiencias, pero es un segmento pequeño, que corresponde a sólo un 8 por ciento.

Del otro lado de la balanza, están aquellas personas que fueron catalogadas como “indiferentes a la inmigración”, casi un tercio de los encuestados (30 por ciento), que no tienen amigos peruanos, no se relacionan con ellos habitualmente ni los perciben como amenaza. Doña explica que en general son personas con nivel educacional más alto, pero que por lo mismo son más difíciles de “educar en diversidad” porque en teoría al menos, han tenido acceso a más información. “Es extraño. Son los que se visten de globalizados, pero también pueden ser discriminadores”, opina el investigador.

El último, y el segmento más pequeño, que corresponde al cinco por ciento son los “proinmigración”, personas que reportan tener muchos amigos migrantes y una experiencia positiva en sus relaciones con los peruanos. González reconoce que no esperaba ese porcentaje tan bajo y que tras analizar a ese grupo se dio cuenta de que son “los más letrados, más educados en cantidad de años y con orientaciones más ‘neoliberales’, si se quiere”. Hablamos de personas que confían en el sistema, son más activos políticamente y participan de las elecciones. “Hoy esas personas son las menos”, se lamenta el sicólogo.

Política de contacto
“La buena noticia es que estos sentimientos negativos hacia la inmigración pueden ser cambiados, pues en gran medida se basan en creencias erróneas”, dice Héctor Carvacho, investigador COES-CIIR y académico de la UC, y agrega: “La mejor forma de hacerlo es a través del contacto directo con el grupo de inmigrantes”. Los resultados de la encuesta confirman un hecho que también muestran otras investigaciones y es que a mayor interacción con los migrantes, aumentan los lazos y mejora la percepción de los locales. Pero, claro, primero se tienen que producir esos encuentros y relaciones.

“La literatura muestra que en los barrios donde hay más población migrante aumenta la probabilidad de que desarrolles vínculos de amistad con ellos y eso reduce el prejuicio. Pero el prejuicio, a la vez, también reduce tu disposición a hacer amigos en el otro grupo”, explica Roberto González, quien sin embargo asegura que en este caso hay una buena noticia: el efecto contacto-tolerancia es más fuerte que el prejuicio-disgregación.

Por eso, comunas con alta población migrante, como Alto Hospicio, Santiago, Antofagasta o Quilicura, son una oportunidad para crear instancias de encuentro. Pero no hay que esperar que eso ocurra sólo o de manera espontánea, sino que hay que crear políticas públicas que lo incentiven porque de lo contrario, si esos espacios se abandonan a su suerte pueden también volverse una fuente de conflicto. “Hay que recordar lo que pasó en París en 2005. Los barrios migrantes se transformaron en guetos donde estaban atrapadas las personas más pobres y los inmigrantes y se generó una crisis social”, comenta González.

Doña agrega, por su parte, que aquí los municipios tienen un rol clave y deben invitar a los migrantes a mesas redondas, juntas de vecinos y trabajos comunitarios. Él enfatiza que dar con las acciones precisas en pos de la integración requiere trabajo y es complejo. “Se puede caer fácilmente en la infantilización del otro, en el ‘mira qué lindo este niñito bailando marinera’. Por eso no quiero proponer espectáculos culturales”, dice.

Carvacho, no obstante, sí cree en el poder de los encuentros culturales, artísticos o asociados a la comida, donde esté la posibilidad de que ambos grupos se conozcan y, a la vez, se involucre a los niños tempranamente. “Cuando un alcalde quiere promover la integración social, lo que tiene que hacer no es juntar a la gente a conversar, los tiene que invitar a pasarlo bien”, concluye González.
* Ficha técnica: El “Estudio Longitudinal Social Chileno” (ELSOC), presentado por el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), es un estudio longitudinal de tipo panel a tres mil personas que serán entrevistadas anualmente durante 10 años.

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