La poderosa alianza de Peta Fernández y Rodrigo Valdés

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13 / 07 / 2016

Patricio Navia, académico de la Escuela de Ciencia Política UDP.
Patricio Navia, académico de la Escuela de Ciencia Política UDP.

Cuando quedan 100 días para las elecciones municipales, parece improbable que este gobierno pueda cambiar de rumbo. El legado de esta administración ya está formado y hay muy poco que pueda hacer cualquier dupla Interior-Hacienda, por más poderosa que sea, para enmendar rumbo.

Resulta difícil imaginar una alianza más improbable de ministros en el gabinete de Bachelet que la que pudieran formar los titulares del Interior, Mario “Peta” Fernández y de Hacienda, Rodrigo Valdés. Las declaraciones llamando a que se constituya una dupla Peta-Valdés que logre moderar al gobierno constituyen una declaración que refleja nostalgia por los viejos gobiernos concertacionistas más que una alternativa factible en lo que resta del segundo cuatrienio de Bachelet.

Ya sea porque lo dicen las encuestas o las cifras económicas, este gobierno se perfila a tener el peor desempeño de un periodo presidencial desde el retorno de la democracia.  Salvo por la magra expansión del PIB en lo que va del periodo, cuesta identificar una dimensión en la que Chile esté mejor de lo que estaba cuando Bachelet asumió su segundo periodo.  Desde un mayor desempleo hasta niveles más extendidos de pesimismo en consumidores y actores económicos, las señales de que avanzamos por el camino equivocado son evidentes.  Aunque el gobierno se anota varias reformas a su favor, las principales medidas tienen falencias evidentes que obligarán a futuros gobiernos a corregirlas.

Desde la reforma tributaria hasta la reforma laboral, abundan los problemas de diseño e implementación. Como ha reconocido recientemente el propio gobierno, la reforma tributaria no logrará su objetivo de recaudar suficiente para dar gratuidad al 70% de menos ingresos.  Otras reformas que hoy reciben menos cuestionamientos, como la reforma electoral o la reforma a la educación básica y secundaria, tienen fallas de diseño que producirán decepción cuando estén plenamente vigentes. Felizmente para Bachelet, ella ya no estará en el poder cuando la gente se empiece a preguntar por qué establecimos un sistema electoral que reduce la rendición de cuentas y, pese a lo prometido, abulta el presupuesto del Congreso debido al aumento de parlamentarios.

Ante la evidencia de que avanzamos en la dirección equivocada, varias voces moderadas de la Nueva Mayoría han intentado forzar una corrección del rumbo.  El cambio de gabinete del 11 de mayo de 2015 hizo que muchos celebraran anticipadamente el cambio de rumbo. Pero al poco andar, la dupla de Jorge Burgos y Rodrigo Valdés —que remplazó a los bacheletistas Rodrigo Peñailillo y Alberto Arenas en Interior y Hacienda respectivamente— dejó claro que podría girar el timón.

Aunque ambos ministros hicieron sus mejores esfuerzos por restaurar el viejo orden concertacionista del diálogo, la gradualidad y la moderación, los aires refundacionales se terminaron por imponer.  Es verdad que el gobierno formalmente abandonó la retroexcavadora cuando Burgos y Valdés llegaron a capitanear los equipos político y económico.  Pero numerosos voluntarios, en el segundo piso de La Moneda y otros puestos en el gabinete, se subieron ocasionalmente a la retroexcavadora para boicotear la lógica del diálogo y construcción de consensos.  La salida de Burgos del gabinete el 8 de junio de 2016 demostró el fracaso del proyecto moderador que llegaron a personificar Burgos y Valdés.

De ahí que resulta sorprendente que, un mes después del nombramiento de Peta Fernández, algunos todavía crean que existe espacio para una dupla Interior-Hacienda que reencauce a la Nueva Mayoría por los viejos senderos de la Concertación.  Como tiene atributos similares que Burgos, Peta Fernández no parece ser la persona más idónea para forzar un golpe de timón en el gobierno. Además, a diferencia de Burgos, Fernández llega en un momento cuando la prioridad parece ser construir un retiro ordenado y preparar la resistencia para el vendaval electoral que se anticipa en 2016 y 2017.

Si bien la derecha no tiene las herramientas, los candidatos ni la unidad al interior de la coalición para aprovechar la coyuntura y brindarle a la Nueva Mayoría una aplastante derrota electoral en las municipales de octubre, es evidente que no habrá un candidato presidencial en 2017 que refleje la continuidad del modelo de la Nueva Mayoría. Los nombres que suenan hoy con fuerza en la centro-izquierda representan el modelo de la Concertación.

Cuando quedan 100 días para las elecciones municipales, parece improbable que este gobierno pueda cambiar de rumbo.  El legado de esta administración ya está formado y hay muy poco que pueda hacer cualquier dupla Interior-Hacienda, por más poderosa que sea, para enmendar rumbo.

Ya que la dupla Peta-Valdés no tiene ni el tiempo ni los atributos necesarios para revertir el rumbo, las peticiones que llaman a la constitución de un nuevo intento por forjar una hoja de ruta de moderación y construcción de consensos parecen más bien lamentaciones sobre un mal desenlace que era evitable que predicciones sobre el desempeño del gobierno en los próximos meses. Aunque al unirse pudieran frenar el avance refundacional en lo que queda del periodo, difícilmente podrán revertir el poco admirable legado que nos ha dejado este segundo gobierno de Bachelet.

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