Cambio de rumbo

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24 / 05 / 2016

Investigador Asistente del Observatorio Electoral del Instituto de Ciencias Sociales de la UDP.
Investigador Asistente del Observatorio Electoral del Instituto de Ciencias Sociales de la UDP.

Mañana Bachelet dará cuenta de su segundo año en el gobierno. Para muchos el discurso será decepcionante. De la larga lista de promesas que la Presidenta les hizo a los chilenos el 21 de mayo pasado, solo pudo cumplir la mitad. Podrá tener excusas, pero al final los datos no mienten. Podrá decir que los casos Caval, SQM, y Penta se le metieron entremedio, pero ella sabe que es parte del juego. Podrá decir que no hubo voluntad legislativa, pero si no puede conseguir los votos la falta es suya. Podrá decir que el próximo año sí cumplirá con sus promesas, pero para ello tendrá que ser menos ambiciosa y más realista.

En la cuenta pública del año pasado Bachelet hizo 56 promesas. Hoy, la Fundación Ciudadano Inteligente, ONG independiente enfocada en dotar a la política con mayor transparencia, cifra el avance en 53%. Como referencia, la cifra es levemente mayor que en el primer año del gobierno (2014), en el cual Bachelet cumplió con 44% de sus promesas, y que en el segundo año del gobierno de Piñera (2011), en el cual el ex Presidente cumplió con 48% de las suyas. La diferencia entre este año y años anteriores, sin embargo, es que hoy la Presidenta está siendo significativamente más cuestionada que antes, y como tal esencialmente más vulnerable.

Una explicación para entender por qué no ha cumplido con sus promesas se encuentra precisamente en ese escenario político adverso. Al cargar con los casos Caval, SQM, y Penta a sus espaldas, no ha logrado desmarcarse de los escándalos de financiamiento ilegal. A pesar de convocar una comisión para hacer frente a los casos de corrupción, Bachelet y el gobierno no han logrado escapar del rechazo popular. Las encuestas muestran una baja sostenida desde la irrupción de los casos de financiamiento ilegal a comienzos del año pasado. Sugieren que los chilenos culpan a Bachelet y el gobierno por los pecados de toda la clase política.

Una de las consecuencias de la caída en la popularidad de Bachelet y el gobierno es la pérdida de disciplina dentro de la Nueva Mayoría. A medida que Bachelet y el gobierno han ido perdiendo popularidad en las encuestas, han ido surgiendo facciones de disidencia y figuras de veto. Estos díscolos, en buena parte senadores y diputados, han sido problemáticos para la agenda del gobierno. Han sido un estorbo para diseñar e implementar materia legislativa. Es mucho más difícil gobernar cuando los índices de popularidad son bajos. Esto es algo que el gobierno no ha podido solucionar; han hecho poco para llegar a un punto de distensión.

Al menos buena parte de la obra gruesa ya está terminada. O eso fue lo que dijo el Ministro Eyzaguirre hace un par de semanas, dando a entender que solo faltan las terminaciones. Si bien hay dudas sobre la intención tras la declaración, particularmente considerando que la reforma constitucional está en pañales, lo cierto es que el Ministro manda una señal de la cual solo se puede desprender que el gobierno está consciente que ya no le queda tiempo para especular con materia estructural. Las declaraciones del Ministro sugieren que el gobierno sabe que la obra gruesa solo será sostenible si se compatibiliza con una agenda de corto plazo.

Ergo, corresponde que en la cuenta pública de este año el gobierno privilegie la resolución de demandas urgentes. Es al menos lo que debe suceder si se pretende perpetuar en el poder con el objetivo de dejar en manos del próximo gobierno la etapa final de la reforma constitucional. Entre las materias más urgentes en este orden está la economía. Bachelet debe mencionar el crecimiento económico como factor prioritario en la agenda del gobierno. Hasta ahora ha estado excesivamente enfocada en sus reformas estructurales, ignorando la utilidad de contar con una economía robusta. Si no hace está transición ahora, continuarán los problemas.

El objetivo del gobierno este 21 de mayo debe ser entablar una agenda que pueda cumplir. Con la obra gruesa finalizada, debe volcar la vista a materia más urgente, como una agenda pro crecimiento económico. Esto no solo le permitirá llegar a su tercera cuenta pública con éxito, pero además podrá apaciguar los mercados, que hasta el momento han estado tensionados por la incertidumbre ligada a sus reformas. Es el momento de transitar de un gobierno excesivamente enfocado en reformas estructurales a uno realista. Es el momento perfecto para cambiar de rumbo y convencer a la gente que las reformas estructurales sí son compatibles con prosperidad económica.

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