A falta de Pinochet, a pelearse con los medios de la dictadura

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08 / 06 / 2016

Patricio Navia, académico de la Escuela de Ciencia Política UDP.
Patricio Navia, académico de la Escuela de Ciencia Política UDP.

Como ahora Bachelet pasa por un momento complejo de desaprobación y la situación económica parece ir de mal en peor, La Moneda recurrió a la única estrategia que conoce cuando está entre la espada y la pared, revivir la memoria del dictador. Pero esta vez lo hizo a través de uno de los medios que más activamente defendieron a la dictadura.

La querella de la Presidenta Bachelet contra la revista Qué Pasa puede ser entendida también como el uso de la bala de plata que tiene la Nueva Mayoría cuando ya nada más funciona. Cada vez que se encuentra en problemas por errores no forzados o cuando está acorralada por heridas auto-infligidas, la Concertación busca pelearse con el fantasma de Pinochet. Como la figura del dictador ya no concita el mismo temor o interés, Bachelet ha optado por pelearse contra uno de los medios que defendió más activamente a la dictadura.

Desde que se formó para oponerse a Pinochet antes del plebiscito de 1988, la Concertación (Nueva Mayoría desde 2013), cada vez que ve amenazada su unidad y está en cuestionamiento su supervivencia, vuelve a sus orígenes. Porque su momento de mayor gloria fue cuando se alzó como alternativa a la dictadura militar, la Concertación siempre intenta recrear el campo de batalla de su mítica victoria fundacional.

En los 90, y hasta la muerte de Pinochet en 2006, la presencia amenazante del envejecido dictador constituyó un elemento de unidad al interior de la Concertación. Los intereses personales y las diferencias ideológicas siempre fueron supeditados a ese bien superior que era facilitar la transición y la consolidación democrática. Ya sea porque temían una regresión autoritaria o por los límites de los enclaves autoritarios de la dictadura, los gobiernos de la Concertación siempre usaron la figura de Pinochet como un elemento disuasivo para frenar rebeliones y acallar disensos.

Pero a medida que la democracia se fue consolidando, el fantasma de Pinochet se hizo menos amenazante. Las numerosas reformas constitucionales —en especial las de 2005— hicieron desaparecer los enclaves autoritarios. La muerte de Pinochet a fines de 2006 hizo desaparecer la presencia física de la figura que lograba producir unidad en el conglomerado de centro-izquierda. Cuando las diferencias entre los liberales que apoyaban el modelo económico de libre mercado y los estatistas que añoraban un Estado productor se hacían evidentes, el gobierno cada vez tenía más dificultades para generar unidad a partir de la invocación de la figura de Pinochet.

Pero como resulta más fácil intentar revivir muertos que cambiar de estrategia, la Concertación buscó nuevos símbolos que pudieran mantener viva la imagen del dictador. Para algunos, la Constitución de 1980 era la mejor evidencia que, aunque Pinochet ya había muerto, su legado seguía muy presente. Para otros, la insuficiente justicia a las violaciones a los derechos humanos se convirtió en una forma atractiva para reconstruir, al menos en parte, la unidad que otrora había producido la presencia amenazante del dictador.

En 2009, por ejemplo, la candidatura presidencial de Eduardo Frei Ruiz-Tagle usó esa estrategia al intentar convertir al ex Presidente Frei Montalva en una víctima de la dictadura. Aunque siempre hubo evidencia de irregularidades y dudas sobre las circunstancias de la muerte de Frei Montalva, Frei Ruiz-Tagle nunca se preocupó de intentar indagarlas durante su sexenio como Presidente. Pero cuando la muerte de Frei Montalva se convirtió en una oportunidad para obtener beneficios electorales de la polarización en torno a la dictadura que siempre le resultan favorables, la Concertación demostró un repentino celo por querer aclarar la presunta participación de la dictadura en la muerte del primer presidente PDC.

En el gobierno de la Nueva Mayoría, el principal argumento usado a favor de una nueva constitución es la ilegitimidad de origen del texto actual. Con el argumento falaz de que una democracia no puede construirse a partir de una constitución originada en dictadura, el gobierno de Bachelet promueve un proceso constituyente sin contar con la autorización del Congreso para hacerlo.

En esta querella, los argumentos presentados por el equipo de la ciudadana Bachelet aluden, entre otras cosas, al papel que jugó en dictadura el semanario Qué Pasa, y la prensa en general. Sin considerar que los dueños del semanario hoy no son los mismos que en dictadura, la querella de Bachelet parece interesada en demostrar un comportamiento históricamente sesgado en contra de la izquierda por parte de ese medio.

La estrategia resulta conocida. La Concertación/Nueva Mayoría siempre vuelve a sus orígenes cuando enfrenta dificultades. Como la bandera que más unidad interna produce es la oposición a la dictadura, la Concertación la enarbola cada vez que se siente sin hoja de ruta común y norte compartido. Como ahora Bachelet pasa por un momento complejo de desaprobación y la situación económica parece ir de mal en peor, La Moneda recurrió a la única estrategia que conoce cuando está entre la espada y la pared, revivir la memoria del dictador. Pero esta vez lo hizo a través de uno de los medios que más activamente defendieron a la dictadura.

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